ESPANTAPÁJAROS
DE OLIVERIO
GIRONDO
Por Edgardo González
(Para la tercera cosmovisión :
literatura de ruptura y experimentación)
Espantapájaros se ubica en el cruce
entre renovación y tradición. La renovación es aire libre, letra
móvil, que se adhiere a la incandescencia del lenguaje, en tanto que
tradición es pureza fija, letra escondida entre las celdas del
sintagma.
El modo de su escritura,
las atravesadas imágenes de que se compone nos sitúa en lo nuevo,
lo nunca dicho. Así, se puede pensar en el vuelo de una mujer (prosa
II), en la contradicción entre la forma burguesa y acostumbrada de
vivir, y el inesperado deseo de salir de ella (prosa III), o el
estallar del significante cuando se ata a otro significante similar
en el sonido (prosa IV).
Por otra parte, el poeta
se coloca en la matriz misma del lenguaje, en la irradiación de sus
haces de sentido. Desde esta perspectiva es tradición, porque el
cogollo del poema se inscribe en la historia vieja que trae acolita
cada letra. El significado del texto convoca a los significados
anteriores (conservadores, estereotipados) para hacerlos volar y
escribir la metáfora en el pozo inesperado que dejan.
Así, Girondo apela al
absurdo, al decir que se desdice a sí mismo, a la razón que invita
a la sin razón a dar su veredicto universal. Aparece, asimismo, una
filosofía monista, donde todo se resuelve en un solo principio
(“todo era amor, amor”, prosa VII), como cuando todo tiene una
remisión a lo familiar, las cadenas que nos esclavizan a todo lo que
existe (“A medida que nuestra existencia se confunde con la
existencia de cuanto nos rodea, se intensifica mas el terror de
perjudicar a un miembro de la familia”, prosa V). Este valor de lo
Uno desaparecerá después para echar mano a lo Múltiple, lo
dividido. Hasta aparecerá la personalidad disociada en las muchas
personalidades que lo trastornan (prosa 8).
De este modo, en el
gusto, en la preferencia del poeta, aparecerá lo contradicho (“Lo
que antes me resultaba grotesco o deleznable, ahora me parece
sublime”, prosa X) o en el clima luctuoso, pero a la vez intimo y
confesional (“Si hubiera sospechado lo que se oye después de
muerto, no me suicido”, prosa XI).
Porque “los
protagonistas ya no son las cosas sino los mecanismos psíquicos, los
instintos, las situaciones de omnipotencia, de agresividad, de
sublimación, puestas en acción en textos de un lenguaje
expresionista, fáustico” (Enrique Molina).
De la elección de
este texto, con los elementos ya apuntados, se inferirán las líneas
de trabajo en el aula y en los diferentes contextos.
Para leer la obra, click aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario