miércoles, 1 de mayo de 2013


 
ESPANTAPÁJAROS
 
DE OLIVERIO GIRONDO
 
 
Por Edgardo González
 


(Para la tercera cosmovisión : literatura de ruptura y experimentación)
 
 

Espantapájaros se ubica en el cruce entre renovación y tradición. La renovación es aire libre, letra móvil, que se adhiere a la incandescencia del lenguaje, en tanto que tradición es pureza fija, letra escondida entre las celdas del sintagma.

El modo de su escritura, las atravesadas imágenes de que se compone nos sitúa en lo nuevo, lo nunca dicho. Así, se puede pensar en el vuelo de una mujer (prosa II), en la contradicción entre la forma burguesa y acostumbrada de vivir, y el inesperado deseo de salir de ella (prosa III), o el estallar del significante cuando se ata a otro significante similar en el sonido (prosa IV).

Por otra parte, el poeta se coloca en la matriz misma del lenguaje, en la irradiación de sus haces de sentido. Desde esta perspectiva es tradición, porque el cogollo del poema se inscribe en la historia vieja que trae acolita cada letra. El significado del texto convoca a los significados anteriores (conservadores, estereotipados) para hacerlos volar y escribir la metáfora en el pozo inesperado que dejan.

Así, Girondo apela al absurdo, al decir que se desdice a sí mismo, a la razón que invita a la sin razón a dar su veredicto universal. Aparece, asimismo, una filosofía monista, donde todo se resuelve en un solo principio (“todo era amor, amor”, prosa VII), como cuando todo tiene una remisión a lo familiar, las cadenas que nos esclavizan a todo lo que existe (“A medida que nuestra existencia se confunde con la existencia de cuanto nos rodea, se intensifica mas el terror de perjudicar a un miembro de la familia”, prosa V). Este valor de lo Uno desaparecerá después para echar mano a lo Múltiple, lo dividido. Hasta aparecerá la personalidad disociada en las muchas personalidades que lo trastornan (prosa 8).

De este modo, en el gusto, en la preferencia del poeta, aparecerá lo contradicho (“Lo que antes me resultaba grotesco o deleznable, ahora me parece sublime”, prosa X) o en el clima luctuoso, pero a la vez intimo y confesional (“Si hubiera sospechado lo que se oye después de muerto, no me suicido”, prosa XI).

Porque “los protagonistas ya no son las cosas sino los mecanismos psíquicos, los instintos, las situaciones de omnipotencia, de agresividad, de sublimación, puestas en acción en textos de un lenguaje expresionista, fáustico” (Enrique Molina).

De la elección de este texto, con los elementos ya apuntados, se inferirán las líneas de trabajo en el aula y en los diferentes contextos.


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